viernes, 29 de marzo de 2013

Cloud Atlas


“Cloud Atlas”, de Lana y Andy Wachowski y Tom Twyker, es una película extraña, ambiciosa, parcialmente fallida, pero atractiva. Su lado más irritante tiene que ver con las peroratas que lanza sobre la transmigración, la inefable conexión de los eventos más heterogéneos a través de los tiempos y la resistencia humana como motor de la historia. Esos condensados de trascendencia “new age” resultan indigestos.

Lucen, en cambio, extravagantes y hasta graciosas las trasformaciones físicas de Tom Hanks, Halle Berry, Hugh Grant, Susan Sarandon, Hugo Weaving, entre otros, gracias a maquillajes y prótesis que rozan el ridículo, los avejentan, les cambian de sexo o los disfrazan de un modo burdo e inverosímil. Es un juego de “adivina quién es” digno de “La lista de Adrián Messenger”, de Huston. Mutaciones y transformismos que no dejan de ser interesantes viniendo de Lana Wachowski.

Pero más allá de la palabrería trascendental y de los artilugios cosméticos, la película logra capturar el interés por la convicción con la que se narran las seis historias que le dan cuerpo. Lo que importa es la fuerza del relato y el modo en que se alternan, se cruzan y se complementan las acciones, cuyos nexos descubrimos progresivamente durante las tres horas de proyección.

Cada una de esas historias tiene una identidad estilística particular y el trabajo del montaje las relaciona entre sí de un modo cada vez más estrecho conforme avanza la película.

El poder de la ficción narrativa remonta, en el conjunto, las imperfecciones y ridiculeces que afectan los detalles de “Cloud Atlas”. Una ficción que nos lleva al pasado esclavista y nos propulsa al futuro totalitario y aprovecha para atravesar las tradiciones genéricas y sus convenciones centrales. Como si todas las historias fueran el resultado de una semilla común y su núcleo pudiera ser recreado en diferentes claves genéricas, como variaciones de un mismo asunto central: a la manera de la ciencia ficción y luego del drama histórico y del melodrama o de un thriller en el estilo de los conspirativos Pakula y Pollack de los años setenta.

En ese juego con los géneros se ilustra mejor la creencia en las conexiones universales a través del espacio y del tiempo que en las chácharas filosóficas añadidas.

Ricardo Bedoya 

1 comentario:

Angelica dijo...

A mí me gustó la película, aunque he leído comentarios de que no se entiende, y lo mismo escuché a la salida del cine.
Por otro lado, ¡recién este año se estrena en Lima, La Chispa de la Vida de Alex De la Iglesia!, ¡recién!.